sábado, 14 de junio de 2014

Un pajazo llamado Cristina.


Tengo veinte años y la columna vertebral de Bergman, de adolescente fui reina del buque insignia, soy hija de dos individuos de la generación psicodélica. Me formé en los
vacíos y con las coordenadas de la gente, encontré mi sentido en la variedad y en las obsesiones que me dieron las alucinaciones causadas por vigilias, drogas, canciones, enredos, amoríos, polvos blanqueados y demás notas de blues solitario, astral, monumental.

Yo no soy un espíritu libre como se pretenden todos, que se piensan solemnes azules, filamentos sinuosos, formas libres de expansión; cuando tan sólo son representaciones de la copia, del modelo, del tejido social predispuesto, del capital, del perro que muerde.

Yo soy mas bien un desorden sonoro, soy el aliento de un miserable cuando siente vértigo en el vacío, soy Richard Bishop, soy Sonic Youth, soy una improvisadora, enfermiza, una intrépida exploradora de fluidos.

Soy el norte y la gitana, soy un rastro reconocible, la marca primigenia. No me pretendo hermosa, no me busco aceptándome, resignándome, adorando mis frustraciones, creyéndome significante nada más que por existir, como si pudiera quitarme el atributo de bulto nada más que por respirar. ¡Yo soy Christina, la bandera falsa, el no-mundo, el tiempo de algún tiempo, el amor de nadie!

Soy el eco, no soy entusiasta ni pesimista, no me abate el presente porque me abate el futuro, porque el futuro es nada; apenas si se contempla en el blanco, impávido, insensible. El presente es improvisado, está activo, lleno de todo; muy variado en estilos, en dioses, en creencias, en preferencias, actitudes, animales, industrias, inducciones, abducciones, mentiras.


Me llamo Christina, no tengo nada que ver con cristo, mucho menos con el paisaje; yo sólo soy un instrumento, un instrumento que solo se sirve a sí, para sí, en algún tiempo, de algún tiempo.

post: Por burroland...




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